México
Lo que comenzó como una jugada astuta en la contienda por la Rectoría 2025 de la Universidad Autónoma del Estado de México, hoy levanta serias dudas sobre la ética, la transparencia y la verdadera vocación académica de una de las candidatas más polémicas del proceso: "la señora de los amparos".
Mucho se ha dicho de la capacidad jurídica de esta aspirante, y no cabe duda de que sabe cómo moverse entre los vericuetos de la ley. El primer amparo que presentó para poder mantenerse en la contienda fue, para muchos, una maniobra hábil, incluso elegante. En términos futbolísticos, fue como bajar un balón complicado con clase y dejarlo listo para el disparo.
Pero el problema no es el primer amparo. El problema es que no ha sido el único. Porque una cosa es defender tus derechos, y otra muy distinta es construir toda una estrategia de permanencia y poder basada en la judicialización del proceso universitario. ¿Hasta qué punto una persona que requiere múltiples amparos para sostener su candidatura está respetando realmente el espíritu de las normas institucionales?
Su insistencia en recurrir una y otra vez a este tipo de recursos legales deja entrever una dependencia peligrosa: la de torcer la ley a conveniencia, siempre al filo del reglamento, pero sin cruzar del todo la línea roja. Un estilo que, más que mostrar fortaleza jurídica, revela una profunda debilidad política. ¿No debería una aspirante a rectora liderar con ejemplo, ética y legitimidad, en lugar de escudarse tras una montaña de escritos judiciales?
Además, no podemos olvidar que la universidad merece liderazgos sólidos, capaces de generar consensos, no divisiones. Y hoy, esta candidatura —marcada por los tribunales más que por el consenso académico— genera más preguntas que respuestas. Si para ser candidata ha tenido que ir dos veces al amparo, ¿cuántas más necesitará para gobernar?
La pregunta queda en el aire: ¿es esta la líder que necesita la comunidad universitaria, o simplemente alguien que sabe ganar en la mesa lo que no puede ganar en el aula?
Porque en política universitaria, como en la vida, una virtud mal usada puede convertirse en el más evidente de los defectos.